Por Luis Trelles
Amour, la cinta más reciente del director austríaco, Michael Haneke, documenta fílmicamente un doloroso proceso: el de la última enfermedad de su protagonista femenina, Anne, una mujer mayor que fue profesora de piano y vive con su esposo, anciano como ella, en un departamento en París. Les visita ocasionalmente la hija de ambos y salvo a los conserjes, a cargo del edificio que habitan, no hay mucho movimiento en el departamento.
Los primeros síntomas de una enfermedad progresiva sorprenden a George, su esposo y- poco a poco- la realidad se impone y george se convierte en el enfermero, cuidador y única compañía de su esposa.
Nada más sucede en términos de progresión argumental en la película, receptora del “oscar”‘ a la mejor cinta en lengua extranjera, otorgado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Consigue así esta coproducción franco-alemana-austriaca una nueva presea de las muchas que ha recibido desde la concesión al filme de la Palma de Oro en el festival internacional de cine de Cannes, de 2012.
La película es por tanto un nuevo reconocimiento al cine de Haneke. Este nos ha brindado en el pasado cintas tan valiosas como The Music Teacher, Caché y The White Ribbon, todas receptoras de múltiples honores entre ellos otra Palma de Oro, concedida en el 2009, al último de los filmes mencionados.
El modo de hacer cine de Haneke es preciso, despojado de todo lo que es claramente sentimental o abiertamente llamativo a fin de concentrarse en la simplicidad de las imágenes, el concepto del plano secuencia, que se materializa con frecuencia en esta película y la eliminación en Amour de ciertos recursos como la música, salvo en contadas escenas en que se justifica su introducción por tratarse de música introducida naturalmente en los planos ( se oye par de veces, durante un concierto y en la visita de un pianista famoso a su antigua profesora),
El título dado al filme se corresponde con la presentación que éste hace del amor, asociado tantas veces en la pantalla con el amor sexual de índole hedonista y pasajera o de tipo subidámente romántico. Amour en el caso que nos ocupa es entrega incondicional, sacrificio continuo y también en una última acción, que no compartimos, un modo de “alivio” a tanto sufrimiento.
Amour es obra no solo de un director-autor-Haneke- sino de dos consumados intérpretes que por sus edades se encuentran tanto al final de sus carreras como de la existencia. Son Jean Louis Trintignant y Emmanuelle Riva y llevan más de cincuenta años apareciendo en las pantallas del mundo, recordada sobre todo ella por Hiroshima Mon Amour, el filme de Alain Resnais, que data de 1959. Son las suyas faenas actorales impresionantes, por su contención y hermetismo. Una tercera intérprete, de breve aparición en la cinta, lo es Isabelle Huppert, a cuyo cargo queda el personaje de la hija de ese matrimonio contemplado en la etapa postrera de su peregrinar terrestre.