Por Luis Trelles
Para los que aun siguen la Teoría del Autor, formulada a mediados de los años cincuenta por François Truffaut y otros críticos de la revista Cahiers du Cinéma, más tarde convertidos en directores y máximos exponentes de la Nueva Ola Francesa, el nombre de un director al que se le reconocen los requisitos que pide dicha teoría para convertirse en tal “autor” se vuelve sumamente importante y de lugar al atento seguimiento de su obra fílmica.
Ese ha sido el caso del realizador polaco Roman Polanski, exiliado desde muy temprano en su vida al oeste de Europa y más tarde afincado en el poderoso universo de los cines británico y norteamericano hasta que un escándalo de índole sexual por poco lo hace permanecer en prisión. Su huída de la justicia norteamericana y un nuevo exilio en Europa le ha permitido continuar su carrera hasta el día de hoy en que nos llega su más reciente producción titulada Carnage.
Carnage es una adaptación al medio fílmico de una pieza teatral, God of Carnage, debida a Yasmina Reza. Su trama gira en torno al encuentro convertido en amarga y vitriólica confrontación entre dos matrimonios, uno más pudiente y el otro menos acomodado. El encuentro toma lugar tras la agresión realizada por el hijo de la pareja afluyente al vástago de la otra, agresión que le ha costado al agredido la pérdida de dos de sus dientes y heridas en el rostro.
Al principio todo marcha bien pero pronto surgen las tensiones que se encontraban a flor de piel entre el abogado, inquieto y nervioso, padre del agresor (interpretado por Christoph Waltz) y la madre del chico agredido (Jodie Foster).
Transcurren así los 80 minutos que dura la película entre ataque y ataque y nuevas rondas de insultos y agresiones verbales que le permiten a la autora de la pieza teatral poner en boca de sus personajes todo tipo de ideas confrontacionales y el arreglo y rearreglo de las parejas en bandos, tales como el de las mujeres opuestas a los hombres o por clases sociales.
El filme se presta también a expresar una vez más las ideas y el universo de Roman Polanski, cuya filmografía cuenta con títulos como Repulsion en que la trama se centra en un personaje enajenado y claustrofóbico o la controversial Rosemary’s Baby en la que expone sus ideas en torno a lo demoníaco y sus consecuencias en la vida de una pareja neoyorquina.
Es por ello que nos referimos anteriormente a la Teoría del Autor ya que la misma mantiene que un realizador-autor hace la misma cinta o, cuando menos, obras semejantes una y otra vez a lo largo de su carrera.
Carnage es también una obra muy forzada en que los personajes vuelven de contínuo a sus discusiones. Por ello la película se “siente” y parece durar mucho más tiempo y sólo la pericia dramática de sus cuatro protagonistas, Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly la salva parcialmente de convertirse en un filme farragoso. Este cuarteto de intérpretes ofrece interpretaciones muy diversas, van desde la progresivamente matizada de Kate Winslet hasta la muy histérica de Jodie Foster, sin olvidarnos de los intérpretes masculinos: Christoph Waltz resulta logrado en su acercamiento a ese abogado frontal y directo, que sin ambajes y con poca educación va a lo suyo, en tanto que John C. Reilly pasa de una pasividad evidente a una intensidad marcada en momentos álgidos de la confrontación.