Por Luis Trelles
No es la primera vez una película que puede calificarse como musical por la abundancia de canciones que cantan sus intérpretes y a través de las cuales expresan sus sentimientos y progresa la trama, se materializa en la pantalla. En el pasado del cine sobresale como buen ejemplo de lo antes expresado, My Fair Lady, cinta de los años sesenta en la que Audrey Hepburn interpreta a Eliza Higgins sirviéndose de la voz de Marni Nixon.
Hoy, Black Nativity, película que pertenece tanto al cine musical como al “cine de lágrimas”, entiéndase por tal el tipo de filme muy sentimental en el que los personajes acaban, si no lo han hecho antes, con los ojos anegados.
El actor que “canta” en esta cinta es un gran intérprete dramático, Forest Whitaker, quien se hace cargo del rol del reverendo Cibb, quien en unión de su esposa (papel que asume Angela Bassett) recibe en su casa a su nieto, Langston en los días previos a la Navidad. El joven ha sido enviado por su madre (Jennifer Hudson) a Harlem para que viva con sus abuelos, ya que ella carece de recursos y pasa por una difícil situación económica, al haber sido desahuciada de su apartamento. Esa decisión no fue fácil por estar distanciada de sus progenitores. Su abuelo, a su vez, le guarda a su hija un gran resentimiento por haber quedado en cinta apenas adolescente.
Todo llega a solucionarse no sin que antes se suceden las escenas emotivas y el reverendo Cobbs y su esposa presiden sobre una celebración navideña a los afroamericano.
Black Nativity es ejemplo también, el más reciente, del cambio operado en el cine norteamericano en lo que a los actores afro-americanos respecta. Estos han pasado de la relegación máxima que sufrieron en el pasado, donde sólo aparecían en papeles muy secundarios, a la preeminencia actual.
Hoy, en cambio, se les ve en la pantalla en roles protagónicos siendo Black Nativity buen ejemplo de ello, puesto que su reparto se compone de actores y actrices negros asumiendo el otro papel central de la cinta, el joven Jacob Latimore que nos brinda una interpretación menos sensiblera por más realista.
El filme dirigido por Kasi Lemmons, abunda en emotividad puesta al servicio de una trama muy predecible en la que se rinde homenaje tanto al poeta y dramaturgo Langston Hughes, cuya obra teatral se toma como punto de partida para el argumento del filme. Hay también otro homenaje, el tributado a Martín Luther King, gestor de la lucha contra el discrimen racial imperante en los Estados Unidos y abogado de la causa en pro de los derechos conculados de la población negra del país, sobre todo en los estados del sur. Ambos , sin embargo, no son suficientes para salvar a la película de su crasa emotividad.