Por Luis Trelles
Blue Jasmine, la nueva película de Woody Allen, renovador de la comedia norteamericana desde los años setenta, es la mejor de sus cintas recientes. Abandona la continua selección de grandes ciudades de Europa como Londres, Paris, Roma y Barcelona y regresa a escenarios de los Estados Unidos, específicamente a San Francisco y Nueva York para situar en ellos a sus personajes. De nuevo, como sucede con tanta frecuencia en su obra, es una mujer la que se convierte en el centro de su atención.
Esa mujer, la Jasmine que le da título al filme, se encuentra en la última etapa de un deterioro creciente que la ha llevado a mudarse a San Francisco con su “hermana” si no biológica, sí de crianza para tratar de sacar adelante su deteriorada vida.
Casada con un hombre en apariencia muy rico y poderoso conocemos de ese pasado a través de las vueltas atrás (flashbacks) en que abunda la película. Son como un fluir de recuerdos que nos colocan ante otra Jasmine, la felizmente casada y prominente en los círculos sociales de la ciudad de los rascacielos. Alternan estos pasajes con las vicisitudes de su existencia presente, es una muy modesta vivienda que comparte como “invitada” por tiempo indefinido con su “hermana” que es todo lo opuesto a ella. Mientras tanto bebe demasiado, toma píldoras en exceso, habla sola y se coloca de secretaria de un dentista.
Todo está a punto de cambiar para ella a base de un enamorado de su antigua clase social que le propone matrimonio y un nuevo comienzo. El destino, sin embargo, se interpone y en un giro un tanto sorpresivo todo ese prometedor futuro se viene abajo y Jasmine se ve de nuevo sola y en situación más desesperada que al comienzo del filme.
La cinta debe su brillantez tanto a Allen que recurre esta vez como en el pasado a los “homenajes” o “prestamos” de cineastas y películas anteriores. Antes, en los años setenta y ochenta esos préstamos u homenajes procedían de Bergman o Fellini. Hoy es Tennesse Williams el “homenajeado” y en particular su obra maestra, El tranvía llamado deseo. Jasmine se parece mucho a Blanche, Du Bois, la protagonista caída y en desgracia de la pieza de Williams y Jasmine como Blanche intenta, al convivir con su hermana encontrar un futuro mejor para su existencia. Acabará como Blanche si no en la total demencia, en un estado cercano a ella. Inclusive hay en Blue Jasmine escenas que parecen transpuestas del tranvía a la nueva cinta de Allen.
Blue Jasmine tiene garra y aliento gracias a ese personaje femenino central que ha creado el cineasta para su película. Interpretado por Cate Blanchet, la actriz australiana, resulta memorable por las múltiples facetas que tiene dicho personaje y por la forma en que la actriz las expresa con sutileza no exenta de intensidad en una interpretación que seguramente formará parte de las cinco nominadas por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en el renglón de mejores actuaciones femeninas protagónicas vistas este año.