Por Luis Trelles
Las películas de terror ofrecen distintas posibilidades. Una de ellas es la de la persona impedida, muy vulnerable a los ataques, que se enfrenta así -en condición máxima de indefensión- a sus agresores. Ejemplos destacados de esta sub-modalidad de filmes de horror lo son Lady in a Cage y Misery, cintas en las que sus protagonistas impedidos tienen que defenderse de sus agresores y, sobre todo, Wait Until Dark, protagonizada por Audrey Hepburn en un rol que le valiera una nominación en la categoría de mejor actriz protagónica en el año 1967.
Hoy, a casi cincuenta años del estreno de Wait Until Dark, Don’t Breathe recuerda a aquel filme pero sólo en cuanto a la condición de su personaje principal, un veterano de guerra que ciego como el personaje que interpretara la Hepburn, se enfrenta solo a los que intentan robarle.
Cesan ahí las diferencias, porque Don’t Breathe nos traslada a un mundo desolado, el de la ciudad de Detroit. En ella habita ese veterano de guerra, en un barrio en el que las viviendas vecinas han sido abandonadas.
Un trío de jóvenes, dos chicos y una chica asaltan la casa en busca de dinero, al enterarse de que el ciego ha recibido una cuantiosa suma. El robo viene precedido por unas escenas reveladoras del talante de cada uno de ellos y de sus motivaciones. Es esta la parte de la cinta que resulta más interesante y a la par más alejada de lo terrorífico.
Este elemento que dominará la película en lo adelante se posesiona gradualmente del filme hasta alcanzar en sus secuencias finales una violenta extrema y, para algunos, intolerable.
La película hecha a bajo costo, utiliza como escenario en la mayoría de sus escenas, el interior de la casa y está protagonizada por Jane Levy, Stephen Lang, Dylan Minette y Daniel Zovatto. Todos, bajo la dirección de Fede Álvarez, rinden sus papeles pero lo que más se destaca en esta cinta son los recursos tradicionales del género como las sorpresas inesperadas, las situaciones vistas a través de la cámara subjetiva para aumentar más el terror y, por supuesto, lo sombrío de las escenas que por instantes quedan en total oscuridad.
Estamos, pues, ante un filme que combina lo clásico del género con lo muy brutal pero que, a pesar de sus excesos, resulta de suma efectividad.