Por Luis Trelles
Los deportes no han estado exentos de escándalos en los años recientes. Uno de ellos lo fue el de la patinadora de figuras en el hielo, Tonya Harding. Se le acusó de haber estado al tanto de la agresión, que por orden del que era entonces su esposo, Jeff Gillooly, sufrió la rival de Tonya, Nancy Kerrigan, ya que eran ambas fuertes candidatas para formar parte de la representación de los Estados Unidos a los juegos olímpicos de invierno, a celebrarse en el 2006 en Noruega,
Ese escándalo puso fin a la carrera de la patinadora que se vio forzada a ganarse la vida de otra manera, incursionando en el campo de las peleas de boxeo cuyas participantes eran mujeres, así como a depender de otros tipos de trabajo: una vez que la sentencia de un tribunal la obligó a abandonar el campo del deporte invernal en que tanto se había destacado.
La película dirigida por Craig Gillespie y protagonizada por una nueva figura del cine, la australiana Margo Robbie, es una que mantiene el interés en su trama desde sus comienzos. Esa absorción en la historia de Tonya Harding viene acompañada en lo estrictamente cinematográfico por una presentación muy efectiva en la que se confrontan las entrevistas hechas tanto a Tonya Harding como a las figuras más cercanas a su persona y al suceso. Son su progenitora, su ex marido y el ex guardia de seguridad de la patinadora. Se alternan también con las de Tonya. Todos estos entrevistados se contradicen abiertamente cuando contemplamos en secuencias muy rápidas, dependientes de la edición, que mienten en sus relatos tanto del suceso como en las menciones que hacen del pasado.
Conocemos así que Tonya Harding, perteneciente a los sectores pobres de la sociedad norteamericana, tuvo una infancia y adolescencia marcadas por el trato brutal que recibió de su propia madre y, más tarde, de su esposo, con el que se casó siendo muy joven. Ambos la sometían a golpizas, mucho más fuertes y repetidas las de su marido, que la hacen a la par que figura exitosa del deporte, una personalidad sometida a un contínuo maltrato doméstico.
Esa parte de la película que precede a la visualización de la agresión a Kerrigan y del juicio subsiguiente, forman la sección más interesante del filme. En ella a más de los logros señalados sobresalen las actuaciones y en particular, dos de ellas.
Una, la de Margo Robbie, se distingue por lo logrados de su caracterización que exige mucho de la joven interprete, por la que fue nominada para competir por el premio a la mejor actuación femenina protagónica vista el año pasado, por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. La otra, es la de Allison Janney que asume el rol de esa madre monstruosa que domina la vida de su hija, que la maltrata de continuo y le exige desde su niñez que sobresalga en el patinaje de figuras. Esta actriz resultó la ganadora del “oscar” a la mejor actuación femenina secundaria del año 2017, en la muy reciente entrega de los premios de la Academia.