Por Luis Trelles
La vida de Steven Paul Jobs, genio de las computadoras, sirve de material de base para esta cinta de estreno. Su título podría confundir a más de un aficionado del cine por la referencia que hace su apellido a un deseo ferviente de los desempleados que tanto abundan.
La película dirigida por Joshua Michael Stern, protagonizada por Ashton Kutcher y con la presencia en su reparto de Matthew Modine y James L. Woods, pertenece al género biográfico y se asoma a momentos y aspectos de la vida del biografiado. Recurre para ello a la selección de ciertas fechas significativas de su existencia, una que se movió en el tiempo entre 1955 y 2011, en que ocurrió su fallecimiento. Esa selección de momentos le permite cubrir casi un cuarto de siglo de los pocos más de cincuenta que duró la vida de Jobs.
Esa selección de fechas tiene que ver con su proceso creativo que lo llevó desde la fase inicial de su carrera en que, en unión de unos amigos y colaboradores, comenzó a desarrollarse en facilidades instaladas en su domicilio las computadoras personales, las Apple, convirtiéndose así en la figura clave de esa misma compañía que fundó, hasta la etapa en que fue separado de la misma y, más tarde, llamado nuevamente para sacarla del atolladero en que se encontraba sumida.
Jobs es, por tanto, una biografía selectiva de corte tradicional, a lo Hollywood, implicando con ello que intenta a su conclusión redimir aunque sea parcialmente a una figura cuyo difícil carácter y tácticas le granjearon la oposición de los mismos que habían sido sus seguidores. Es, a la vez, un testimonio fílmico de los excesos y traiciones que se dan en poderosas empresas, en las que las lealtades se abandonan tan pronto le va mal al negocio, buscando así al costo que sea la pérdida bonanza económica.
La película, un tanto discursiva descansa para su efectividad, desde el punto de vista dramático, en el intérprete que asuma su rol central. Este es Ashton Kutcher quien abandona su imagen previa de galán romántico para asumir con fuerza y sostenida intensidad dramática el papel de Steven Jobs. En roles secundarios Matthew Modine resulta menos intenso como su opositor y James L. Woods queda reducido a una intervención mucho menor.
Una película, por tanto, que pudo aspirar a más y que resulta en definitiva una nueva muestra del tratamiento dado por el cine norteamericano a figuras relevantes de su entorno.