Por Luis Trelles
Los premios anuales que concede la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas se vuelven para los actores y actrices receptores de los mismos una carta de triunfo para obtener papeles “absolutos”.
Se entienden por tales, aquéllos que los convierten en centros indispensables alrededor de los cuáles gravitan los argumentos de sus próximas películas.
Ese es el caso de Jennifer Lawrence, quien bajo la dirección de David O. Russell se convierte en la figura principal de Joy, película de estreno. Figuran también en el reparto Robert De Niro, Virginia Madsen e Isabella Rossellini, ésta última hija de la fenecida Ingrid Bergman. Ninguno de ellos, sin embargo, consigue superar a Jennifer Lawrence como la estrella del proyecto.
Joy, nombre de la protagonista, es una mujer en apuros. Estos son variados pero acumulativos. Joy ocupa el lugar prominente en su hogar, uno muy disfuncional, integrado por un padre mujeriego y una madre, adicta a las telenovelas. Ambos se divorciaron cuando Joy era aun pequeña. La chica acoge también en su domicilio a su ex-marido y vive además con ella su abuela materna, quien es la única que la alienta a superarse, augurándole un gran porvenir. Dos niños habidos en su matrimonio completan su núcleo familiar. El único incentivo en tal existencia es su capacidad para la invención de artefactos útiles y prácticos, entre ellos un mapo que se convertirá en el motivo central de sus intentos para triunfar.
Esta trama, bajo la efectiva dirección de Russell, no sólo le da a Jennifer Lawrence todo tipo de oportunidades para desplegar su talento actoral y apoderarse de la película sino que, en manos del realizador, sirve para mostrarle al público un manejo muy creativo del tiempo cinematográfico pues se aparta de lo tradicional, pasando frecuentemente del presente al pasado (los recuerdos de infancia de Joy que se hacen muy presentes en la pantalla) y anticipando el futuro (lo que le sucederá a la protagonista en sus empeños por triunfar).
Estamos pues ante un filme a veces ingenioso, ciertamente entretenido y -sobretodo- en función de una nueva estrella del cine que tal parece que va en camino de emular a Meryl Streep como frecuente nominada para los reconociemientos de la Academia, habiendo recibido el Oscar a la temprana edad de 22 años por su papel en Silver Linings Playbook y volviendo a figurar entre las nominadas para competir por ese premio este mismo año, por su rol precisamente de Joy.