Por Luis Trelles
Los musicales integran un género cinematográfico que prevaleció a partir de la conversación del cine silente en sonoro. Tuvieron su gran momento en los años cuarenta al sesenta del pasado siglo y luego decayeron, reemplazados por otras manifestaciones del cine de géneros, que tanto cultiva Hollywood.
Hoy reaparece en nuestras pantallas a través de la película titulada La La Land.
Esta cinta, de argumento muy simple y bien conocido: los esfuerzos de dos jóvenes en Los Ángeles para triunfar en sus respectivos campos: el drama en el caso de ella y la música en el de él, se nos muestra en forma de un musical. Este ha obtenido en empate con dos cintas previas, All About Eve de 1950 y Titanic del año 1997, el máximo de nominaciones en la história de los Oscar que anualmente concede la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Esas catorce nominaciones hacen del filme uno que suscita el interés.
La experiencia, cuando menos para este reseñador, fue una mixta ya que la trama es muy simple y en los pasajes en que esta predomina, la cinta resulta poco interesante. Los números musicales, en cambio, resultan dinámicos y efectivos y desde el mismo comienzo de la película, cuando contemplamos un soberano tapón, de los que suelen ocurrir en una megapólis como Los Ángeles, ganan la atención de los espectadores. Esa presentación contrasta con los suntuosos espectáculos que caracterizaron a este género en el pasado. Sirven también para introducir a la pareja romántica central, Mía y Sebastián, que no entrarán en una relación directa e inicialmente adversarial hasta más adelante en el filme.
Un número en especial se destaca sobremanera. Ocurre en el parque Griffith, en el observatorio allí localizado y sirve para presenciar como los protagonistas se elevan en el firmamento y, entre las estrellas, cantan la canción correspondiente a tal presentación.
La La Land se destaca en el homenaje que le rinde a Los Ángeles y a Hollywood, la Meca del cine. Sus escenas se suceden en los lugares característicos de esta urbe, entre ellos un estudio cinematográfico, el de la Warner, al que Mía acude para algunas de sus pruebas.
Desde el punto de vista actoral la nominación obtenida por Emma Stone para competir por la presea resulta muy merecida, por la versatilidad unida a la intensidad que la actriz proyecta.
Ryan Gossling, en cambio, nominado como contendiente al reconocimiento de mejor actor protagónico, resulta menos efectivo.
En un rol insignificante aparece J. K. Rowling, excelente intérprete, que tan solo dos años atrás fue receptor del Oscar a la mejor actuación masculina secundaria por el papel desempeñado en Whiplash.
La La Land es un filme que le presenta al público una alternativa diferente a la de las otras cintas nominadas este año para los Oscars: la de un musical de argumento muy simple pero abundante en números muy creativos.