Por Luis Trelles
El cine colombiano, de probada antigüedad, ha tenido poca difusión en el resto del mundo. Existen, sin embargo, algunas producciones procedentes de esa nación como La vendedora de rosas, que ha sido reconocida internacionalmente.
La tierra y la sombra, cinta de esa procedencia nacional, que se exhibe actualmente entre nosotros, figura entre ese grupo selecto de filmes.
Fue en el festival internacional de cine de Cannes, en su edición correspondiente al año 2015, que la película figuró entre los ofreciemientos de la Semana de la Crítica y obtuvo el prestigioso premio Cámara de Oro, otorgado a la mejor “ópera prima”.
Estamos, por tanto, ante un primer largometraje de César Augusto Acevedo, que también aporta el guion de la cinta, merecedor de ser visto por los que aprecien el cine sin concesiones en el que se combinen los temas de valía con una realización fílmica que destaque logros formales.
La tierra y la sombra cuenta con una trama muy sencilla: el conflicto que le plantea a su protagonista femenina, Alicia, el regreso tras muchos años de ausencia, de su esposo, Alfonso, al que no ha perdonado su abandono. Su regreso se produce en medio de una doble crisis: la enfermedad que aqueja al hijo de ambos, Gerardo, que habita en la casa de unión de su esposa y un hijo pequeño, Manuel. Es este el primero que recibe al ausente que ha vuelto, para atender también al enfermo.
Esa primera crisis se amplía a la del rencor de Alicia hacia su esposo y a esta hay que añadir más tarde la precaria situación económica del grupo al ser despedidas las dos mujeres de sus trabajos como cotadoras de caña, ya que Alicia labora con su nuera.
Drama rural, con notas distintivas muy señaladas como lo son la planificación de las tomas que pasan de lejanas a muy próximas para mover así a los espectadores de lo extremo al mundo interior de los personajes con sus sufrimientos; el impacto logrado por su fotografía, de gran belleza visual en ocasiones; la ausencia casi total de música de fondo con lo que se consigue que el público se concentre más en las imágenes; las actuaciones presididas por un hieratismo marcado y la extrema lentitud del ritmo, cual conviene a un trama en que se impone la monotonía de las situaciones.
Todos estos esfuerzos dan como resultado una película que merece la atención de aquellos segmentos de la audiencia que buscan en el cine mucho más que un entretenimiento pasajero.