Por Luis Trelles
Hacer una comedia de poco más de hora y media de duración con trama muy endeble, tan endeble que es casi inexistente, resulta problemático. El espectador puede cansarse después de media hora de proyección en que no sucede nada importante y por tanto, un filme de esa clase tiene que recurrir a otros recursos como sucede con la película de estreno reciente titulada “Las insoladas”.
Sus protagonistas son seis chicas, cinco de ellas en bikinis y una con trusa enteriza que se pasan un caluroso día de verano del hemisferio sur en la azotea del edificio donde conviven.
Ese día no es otro que el 30 de diciembre, víspera de año viejo y las chicas en cuestión, mientras se exponen a una insolación de magnas proporciones, ven pasar las horas de dicho día en que el termómetro marca altísimas temperaturas.
Hablan reiteradamente de un sueño que acarician, viajar a Cuba, país al que consideran un paraíso tropical aunque con problemas producto del régimen que sufre la Isla desde hace más de cincuenta años, prohibiciones, escaseces y bajos salarios. Ese sueño se tropieza con la realidad, ninguna de ellas cuenta con los fondos necesarios para pagar un viaje con estadía mínima en la Mayor de las Antillas. El sueño, por tanto, parece irrealizable hasta que a una de ellas se le ocurre que hagan un fondo colectivo con los ahorros de todas y busquen colectiva y solidariamente el dinero faltante.
La escena final mostrará como se harán del dinero pero mientras llega esa escena final de las chicas hablan de nimiedades y cuentan algunas experiencias como la de una de ellas que describe muy gráficamente sus experiencias como intérprete de un filme pornográfico.
Ante la necesidad de mantener el interés en tan débil argumento, el director de la película, Gustavo Taretto, recurre frecuentemente a las tomas de los techos de Buenos Aires, vistos por su cámara desde la azotea en que transcurre la trama y, por supuesto, el sueño de visitar Cuba se reitera de manera frecuente.
Un elenco compuesto por figuras noveles del cine argentino interpreta los seis roles centrales y la cinta se prolonga mientras el realizador mueve a sus seis actrices a diferentes puntos de la azotea de marras e, inclusive, introduce un débil suspenso cuando una de las chicas se asoma peligrosamente al borde de la azotea, haciendo pensar al espectador que ocurriría algo catastrófico.