Por Luis Trelles
Los niños han figurado prominentemete en las películas desde los tiempos del cine silente. Jackie Coogan formó pareja con el genial Charles Chaplin para The Kid (El chicuelo), filme de Chaplin que data del año 1921, y desde entonces quedó establecida la presencia importante de los niños en el poderoso cine norteamericano. En la década de los treinta, periodo inicial del sonoro, fue Shirley Temple la gran sensación de la pantalla y, en años recientes, figuras cómo Maculay Culkin en Home Alone continuaron confirmando esa presencia estelar en el medio.
Hoy otro niño, Jakob Salvati, inicia carrera fílmica en la película de estreno titulada Little Boy. Se convierte así en la figuara central de una cinta que descasa en su candor e ingenuidad tanto cómo en el atractivo de su presencia física para hacer de este filme uno recordable.
Su argumento nos traslada a un pueblito costanero del estado de California a principios de los años cuarenta cuando los Estados Unidos había entrado en la Segunda Guerra Mundial y sus fuerzas armadas combatían en dos frentes muy deferentes: el europeo y el asiático.
Es en éste último que se envía al padre de Pepper (nombre del personaje que asume Jakob Salvati) dejando al niño, que sufre de enanismo y recibe de continuo el rechazo y los malos tratos de los otros chicos del pueblo, desconsolado por esa ausencia.
Pepper, acicateado por su fantasía que ha hecho del personaje central de una historieta gráfica en figura favorita y aleccionado además por su párroco que le ha dicho que si cumple con una ‘vieja regla’, la de las obras de misericordia, conseguirá lo que desea tan fervientemente: el retorno del conflicto de su progenitor, sano y salvo, ya que ‘si tiene fe cómo un granito de mostaza, lograra hasta mover montañas’, se dedica asiduamente a conseguir tan portentoso resultado.
Una serie de eventos, concomitantes con sus intentos de mover montañas y terminar la guerra, parecen darle la razón hasta que nuevos sucesos indican otras posibilidades mucho más nefastas.
Las apariencias engañan y la cinta se la arregla para dotar a este relato cinematográfico del conveniente final feliz (su aspecto menos logrado).
Little Boy es en apariencia una película extremadamente sentimental que recurre con frecuencia al recurso favorito de los melodramas: las lágrimas. Hay, sin embargo, más que eso en este filme, desde un uso efectivo de la edición paralela para contraponer la suerte adversa del padre combatiente con la del niño hostigado por sus compañeros hasta una introducción del tratamiento recibido por los japoneses radicados en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Se ilustra a base del odio manifestado del poblado hacia el único japonés residente en la localidad y en la forma cómo Pepper se ve obligado a cambiar su comportamiento con el nipón.
Dirigida por Alejandro Monteverse en el papel del padre Oliver, amigo y consejero de Pepper y Emily Watson, que asume con poderosa contención el rol de Emma, la madre de Pepper. Ellos junto a Jakob Salvatti hacen de Little Boy un filme no sólo emotivo y sentimental sino interesante para ver en el conjunto de los que se exhiben esta semana.