Por Luis Trelles
Lucy, cinta de estreno, forma parte de la obra del realizador francés, Luc Besson, cuya filmografía anterior revela una predilección por los temas violentos tratados en forma crudamente gráfica (ejemplo de ello es La Femme Nikita).
Este nuevo filme se centra en el personaje femenino que lleva ese nombre. Lo interpreta la actriz norteamerica Scarlett Johansson que en los últimos tiempos se ha distinguido por la asunción de roles “diferentes” en el sentido de que se apartan de su imagen más convencional. Lucy es uno de tales papeles. Se trata de una chica joven que, al inicio de la película se ve literalmente forzada por su pareja a entregar un maletín cuyo contenido desconoce.
El cumplimiento de ese favor la introduce en un mundo alucinante, poblado por asiáticos en el que la fuerza impera y presidido por un hombre brutal y sin escrúpulos. Este la obliga a servirle de “correo” transportando en su vientre una mercancía prohibida. Se trata de un nuevo producto sintético que, de consumirse en grandes cantidades, lograría expandir el cerebro humano hasta en un cien por ciento cuando la realidad es que la mayoría de las personas tan solo utilizan una fracción de su potencia máxima y aún, con ese empleo tan limitado del veinte por ciento, los seres han sido capaces de imponerse a las otras criaturas y lograr avances sin paralelo.
A la vez que conocemos a Lucy en circunstancias tan infortunadas el filme nos expone a un profesor de ciencia (Morgan Freeman) que sostiene la singular teoría de la posibilidad de la referida expansión de la capacidad cerebral.
Ambos personajes, Lucy y el profesor, llegan a conocerse cuando la primera logra liberarse de sus captores y procede a impedir que este producto circule libremente.
Logra así reunirse con el profesor, encuentro que da paso al sorprendente final.
Este argumento que combina elementos de ciencia-ficción con reflexiones sobre el devenir de la humanidad y emplea abundantemente la violencia excesiva (característica que domina en los filmes de Besson) se muestra en la pantalla a través de un estilo fílmico muy poderoso, especialmente a sus comienzos cuando por el uso impactante de la edición se alternan las imágenes de Lucy y su cautiverio con tomas del reino animal africano para comparar la suerte de esa figura central con la que corren los animales indefensos en la selva ante depredadores como los grandes felinos del continente africano.
Después, aún cuando Besson hace gala en su puesta en escena de lo llamativo y provocador, ello no le impide servirse del recurso ya tan visto en cine de las persecuciones automovilísticas. Ocurren en París y aunque sean impactantes nos resultan demasiado conocidas.