Por Luis Trelles
Próximo a cumplir 79 años, Woody Allen es no sólo el renovador de la comedia fílmica norteamericana, evento que se produjo en los años setenta del pasado siglo, sino uno de los escasos realizadores que se mantiene activo a tan avanzada edad. Estrena casi todos los años un nuevo filme y ha pasado de realizador de cintas en su propio país tan aclamadas como Annie Hall y Manhattan, a situar la trama de sus últimas cintas allende los mares, en Europa.
Es en Europa, precisamente en Francia y en su Costa Azul, donde sitúa el argumento y los personajes del filme estreno titulado Magic in the Moonlight. Como es su costumbre elige un amplio registro de intérpretes entre ellos Colin firth y Emma Stone quienes asumen los roles protagónicos, para desarrollar a partir de ellos y de sus intervenciones una trama que gira en torno al conflicto nihilismo versus creencia en su primera parte para convertirse en la segunda mitad de la cinta en una historia de amor con la que el director intenta dejar establecido que la magia de la vida reside precisamente en el amor.
Stanley, un famoso practicante de la magia teatral que es conocido bajo el nombre artístico de Wei Ling Soo, viaja a Francia persuadido por Howard, su amigo de infancia y colega en el arte del ilusionismo, para que desenmascare a una jovencita norteamericana que en unión a su madre es huésped de una acaudalada familia, haciendo uso de sus “poderes espiritistas” para convencer a dicha familia de la comunicación con el esposo y padre difunto y moverla a establecer una fundación en pro de las actividades de la chica.
El encuentro se convierte al principio en un ataque de Stanley a los “poderes espirituales” de Sophie, la chica vidente pero la gravedad de su tía Vanessa, residente también en la Costa Azul, lo convence de que la joven es verdaderamente una medium dotada de poderes y lo lleva momentáneamente del ateísmo que profesaba a intentar la oración por el restablecimiento de la enferma.
Un final sorprendente confirma esa idea central al filme de que es en el amor en el que radica en esta vida la verdadera magia.
Menos lograda que sus cintas anteriores en parte por estar constituido el filme por dos secciones muy diferentes, con la primera ágil y fluida, evidenciadora en el personaje de Stanley y en sus ideas del modo de pensar del propio Allen y la segunda, en cambio, sedada y discursiva en la que prima el tema romántico con sus crisis y altibajos, Magic in the Moonlight puede verse aún con sus limitaciones por pertenecer a la obra de Woody Allen y por la belleza y elegancia de los escenarios en que transcurre la acción del filme. Una cuidada recreación de época y sus ambientes y un conjunto de sólidas actuaciones, entre las que sobresalen las ofrecidas por sus dos protagonistas, contribuyen al efecto total que produce la película.