Por Luis Trelles
Crónica de una vida desgraciada, Moonlight se centra en tres etapas de la vida de un afro-americano, residente en Miami, la ciudad del sur de la Florida que se asocia con la “buena vida”, representada por los miles de personas que -sobretodo- en invierno bajan a las mismas en busca del buen tiempo que ofrece esa parte del estado a los que viven en el norte y centro del país.
Miami es también la ciudad de los exiliados que tienen en “la pequeña Habana” o en “el pequeño Haití” comunidades muy numerosas de nacidos en sus respectivas naciones y que viven esa dolorosa experiencia.
Es, por último, sede de grandes núcleos de afro-americanos allí localizados y es, precisamente, un niño de esa comunidad el personaje central de la primera de las tres partes que componen la película.
Una segunda sección se concentrará en el personaje en su juventud y en su tercera etapa el filme lo presentará ya adulto.
Cada una de esas secciones enfatiza la triste situación del protagonista, primero como miembro de un hogar sin padre en el que la madre alterna su adicción a las drogas con el comercio carnal. En esa etapa solo lo acoge un traficante de sustancias controladas. En la segunda sección el niño transformado en joven sigue sufriendo por la conducta materna y por el abuso que desde la niñez ejercen sobre él sus compañeros de clases. En la tercera sucede lo inevitable: se ha convertido en traficante de drogas y reinicia una relación homosexual, cuya primera experiencia había ocurrido anteriormente.
Filme procedente del cine independiente norteamericano Moonlight ha sido dirigido por John Madden, que aporta también su guion y cuenta con la poderosa presencia de un conjunto de actores que contribuyen con sus caracterizaciones al impacto que genera la cinta.
Se destaca también la dirección de Madden que utiliza recursos como el cambio directo de un personaje a otro en las conversaciones sin recurrir a las clásicas tomas en campo y contra-campo que fueron tan favorecidas en el cine de antaño. La música, a su vez, subraya debidamente los pasajes más dramáticos del filme. Como resultado el efecto total que produce la película es el de una experiencia muy intensa, lastrada tan solo por la excesiva duración de su conclusión, que se anticipa por el espectador a base de las miradas cursadas entre dos de sus intérpretes prinicipales.
Moonlight es un filme de gran fuerza, producto de su tema y del estilo dado a la cinta por su realizador -directo y sin concesiones a lo melodramático- y especialmente por la intensidad de las actuaciones.