Por Luis Trelles
El famoso detective Sherlock Holmes, creación literaria de Sir Arthur Conan Doyle, apareció por primera vez en forma impresa en “A Study in Scarlet”, del año 1887 y, rápidamente, se convirtió en un personaje muy popular (en unión de su compañero, el Dr. Watson) que utilizaba el razonamiento inductivo para la solución de los casos en que intervenía.
Sherlock Holmes encontró en el cine más tarde en la televisión medios idóneos para mantener una presencia frecuente ante los espectadores. Son más de 10 los actores que lo han interpretado a través de los años, siendo Basil Rathbone el que con mayor frecuencia apareció en las pantallas del mundo, personificándolo durante un periodo comprendido entre los años 1939 y 1946. Hoy, ya en el siglo XXI, Sherlock Holmes sigue atrayendo al público gracias a intérpretes como Roberto Downey Jr. y Benedict Cumbarbach que lo representaron respectivamente en la película de 2000 titulada Sherlock Holmes y en la serie televisiva de 2010 titulada simplemente Sherlock.
Hoy, en el año 2015, es un intérprete británico, Ian McKellen, el que se hace cargo de mostrárnoslo nuevamente en la pantalla. Ello sucede en la cinta de estreno, Mr. Holmes, dirigida por Bill Condon.
Este Sherlock Holmes es muy diferente a todos los anteriores. Nos reencontramos con el detective en el ocaso de su existencia cuando cuenta con 93 años de edad y vive en apacible recogimiento en el campo, atendido por una ama de llaves (papel que desempeña Laura Linney), dedicándose tanto a escribir sobre su último caso, el que motivó su retiro, como al cuidado de sus abejas. Lo acompaña el hijo de su empleada con el que llega a establecer una relación muy amistosa. La crisis de salud experimentada por este niño dota al filme de sus pasajes más dramáticos.
La película fluye con ritmo pausado entre ese presente que le recuerda al detective constantemente su frágil estado y que le hace pensar en el final, ya no muy lejano, que le aguarda.
Otro es el caso con los recuerdos de su último caso del que surge poderosa la idea de que el mismo pudo significar para Holmes una oportunidad de salir de su aislamiento existencial y dar paso a otro tipo de relación, con la mujer que fue el centro de tal investigación.
También se introduce en la cinta el recuerdo de su visita a Japón en busca de unas cenizas capaces de aplazar un tanto el decaimiento corporal y mental que sufre.
Un filme, por tanto, de carácter intimista que es más una exposición psicológica del personaje que un recuento entretenido de sus aventuras como detective. La película no está exenta de lirismo en algunos de sus pasajes y cuenta con una fotografía de primer orden. Lo que prevalece y se impone, sin embargo, es la soberbia actuación rendida por Ian McKellen en el papel principal.