Por Luis Trelles
Pablo Neruda no sólo fue un poeta extraordinario, receptor del premio Nobel en 1971, sino figura política en su Chile natal donde se desempeñó como senador de la nación y también como su representante en el extranjero, dados los puestos que ocupó en diversas partes del mundo. Su compromiso con el partido comunista, del que militante destacado, es también una nota bien distintiva e inseparable de su personalidad.
Neruda aparece en nuestras pantallas a través de filme así titulado. El mismo revive un periodo azaroso de la vida de Neftalí Reyes (su verdadero nombre), aquel de los años cuarenta en que detentó el poder en Chile González Videla y declaró ilegal al partido comunista. El filme, dirigido por Pablo Larraín e interpretado por Luis Gnecco, quien se hace cargo de personificar al poeta y también por el actor mejicano, Gael García Bernal; se desarrolla en el periodo antes mencionado.
La trama gira en torno a la persecución de Neruda que toma lugar tanto en Santiago, la capital de la nación, como en el puerto de Valparaíso, al que llega Neruda buscando embarcarse y encontrar refugio en otra parte del globo.
Su perseguidor en el jefe de la policía que responde al nombre de Oscar Peluchonneau (papel que cumple García Bernal). Este lo busca a través de varias ciudades, sin dar con él hasta la conclusión. La misma toma lugar en las alturas de Los Andes, en medio de la nieve. Allí concluye la cinta, una que se caracteriza por su surrealismo. Se hace presente en el filme a base de la persecución y la huída, muy diferente a las de las películas de acción. Se enfatizan, en vez, en el filme la ambientación y el destaque de Neruda, oyéndose sus versos más conocidos mientras se suceden las diversas secuencias de la cinta.
También se hace notar la presencia de dos de las mujeres de su vida: Delia del Carril que lo acompaña en los distintos encierros y Maia, de nacionalidad holandesa que aparece en el filme brevemente.
En lo formal el filme se caracteriza por alternar entre escenas que suceden en espacios cerrados, por lo que resultan opresivas, fotografiadas acertadamente en tonos oscuros, como en los burdeles a los que acude el poeta en busca de los placeres de la carne.
Neruda, nuevo largometraje de Pablo Larraín, es una obra que deliberadamente se aparta del esquema habitual de las películas de persecución para ahondar en el temperamento y modo de ser del poeta. Sobresalen en ella los tintes surrealistas y cierta falta de fuerza que se posesiona del filme en algunos de sus paisajes.