Por Luis Trelles
Saoirse Ronan se ha convertido en poco tiempo en una intérprete de cine multi-aclamada que ha logrado, a través de los papeles desempeñados en Brooklyn y Lady Bird, el reconocimiento que significa para una actriz el ser considerada para las nominaciones y los premios que concede anualmente la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Hoy reaparece en nuestras pantallas, en unión a Billy Howle, en la película titulada On Chesil Beach.
Esta cinta, cuya trama transcurre en tres fechas, 1962, 1975 y 2007, ofrece su sección más importante en 1962 y gira en torno a dos personajes, Florence y Edward. Recién casados, su viaje de bodas resulta un desastre en términos físicos como la película gráficamente lo presenta y crea un conflicto de proporciones en la pareja, dilucidado en esa playa de Chesil, a que alude el título del filme. Ese conflicto que provoca la ruptura entre ambos, se muestra en la cinta intercalando el fluir de conciencia de cada uno de ellos, representado por los recuerdos que afloran a sus mentes y que se muestran a base del conocido recurso de las vueltas atrás. Sirven para revelar traumas anteriores de cada uno de ellos y tienen que ver en el caso de Florence con su oposición a unos padres que no son sólo pudientes y de mejor clase social que su esposo sino intransigentes y autoritarios en sus puntos de vista, tanto en el deporte (el caso del padre) como en la política y la sociedad (la madre, interpretada en una brevísima intervención por esa excelente actriz británica que es Emily Watson). En el caso del padre, además, parece insinuarse una relación turbia que ha afectado a Florence en el área de lo sexual.
Su esposo, en cambio, de clase social más modesta, vive atormentado por el accidente en que su madre quedó severamente lesionada en lo mental. Esas vueltas al pasado, breves y significativas, sirven para entender las conductas de estos jóvenes protagonistas, tras su matrimonio y el proceso fallido de culminación de sus relaciones en lo sexual. Las otras dos fechas presentadas en la cinta se usan para mostrar lo que ha sido de ambos tras esa ruptura, tan repentina que se produce al inicio de su matrimonio y evidenciar que cuando “hubo fuego, cenizas quedan” como lo demuestra la sección conclusiva del filme.
Otro elemento de importancia es la partitura, compuesta tanto de música clásica, cual corresponde al personaje de Florence, y de ritmos populares de la época –años setenta- que definen al personaje masculino.La dirección, a cargo de Dominic Cooke, resulta fluida y dinámica en las numerosas vueltas atrás y se vuelve funcional en la parte central de la cinta, dejando que sean los protagonistas los que lleven el peso de la película.