Por Luis Trelles
El ajedrez llamado el juego-ciencia por la reflexión que exige por parte de los jugadores y por el tiempo que puede tardarse casa uno de sus encuentros, no parece material idóneo para el cine. El medio fílmico, sin embargo, lo ha cultivado en algunas ocasiones siendo la película más conocida en torno a este juego y sus jugadores la producción suiza titulada en inglés Dangerous Move que mereció ser premiada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas como la mejor película en lengua extranjera, entre las cinco nominadas en 1984 para optar por dicho premio.
El ajedrez vuelve a ser noticia fílmica con la exhibición de la película Pawn Sacrifice, que reseñamos.
Este filme, dirigido por Edward Zwick (periodista devenido en director cinematográfico tras pasar por la experiencia de la televisión, a base de su contribución al género dramático en ese medio, cuenta entre sus cintas destacadas la denominada Glory, que data del año 1989 y que fue multinominada para los premios de la Academia) lleva como intérpretes centrales a Tobey Maguire y Liev Schreiber y gira en torno al controvertible Boby Fischer, niño prodigio de ajedrez que se convirtió en campeón mundial del mismo al vencer a su oponente soviético, Boris Spassky en el encuentro que tuvo lugar en Islandia en el año 1972.
La película sigue los eventos más relevantes de la vida de Fischer desde el año 1951 hasta 21 años más tarde en que se celebró ese famoso encuentro entre dos ases del juego-ciencia.
Fischer se presenta como errático en su conducta, dado a exigencias increíbles durante los juegos por el campeonato mundial y propenso a producirse en público de manera poco profesional. Esa conducta se debió a sus padecimientos mentales que se hacen claros al espectador a través de la actuación de Tobey Maguire caracterizando a Fischer. En contraste, Liev Schreiber, que asume el papel del campeón soviético, Boris Spassky, ofrece una interpretación absolutamente herméritca, mostrándose frío y remoto en todo momento.
La película llega a cansar un tanto pese a los esfuerzos del director del filme por dotarla de interés a base del constante uso del lenguaje cinematográfico. Así se contraponen de contínuo las escenas en colores con otras en blanco y negro y se utiliza la fluidez máxima, posible a las cámaras, para hacer también muy contrastantes las situaciones. La música y la edición no se quedan atrás en ese despliegue.
La cinta también enfatiza la crisis temprana sufrida por Fischer en su niñez al reclamar de su madre, una conducta sexual más apropiada. Ella lo influencia transmitiéndole sus constantes temores de estar vigilada y perseguida en razón de ser judía y por su compromiso con el comunismo.
De hecho ese encuentro de 1972 constituye el punto focal de la película y se inserta en el marco de los acontecimientos destacados de la Guerra Fría librada entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en los años sesenta del pasado siglo. Por ello se muestran en el filme imágenes procedentes de noticieros de la época que se intercalan con las partes dramáticas como, por ejemplo, la crisis de octubre de 1962, que estuvo a punto de causar la tercera guerra mundial.