Por Luis Trelles
La comedia en cine es mucho más difícil que el drama y la razón para ellos es obvia: no se consigue tan fácilmente acertar con ese género en tanto que lo dramático, como abunda más en la existencia real, es más fácil de reproducir.
Perdiendo el Norte, comedia española que se exhibe actualmente, es un ejemplo que confirma lo anterior. Intenta desde sus mismos comienzos convertise en una comedia efectiva y el presupuesto argumental en que se basa ayuda al filme a conseguir inicialmente su propósito.
Su trama gira alrededor de dos amigos, ambos jóvenes y sobre cualificados en lo que a credenciales académicas se refiere. Al perder sus empleos en España, su país natal, como consecuencia de la crisis por la que atraviesa la nación, se deciden a emigrar. Escogen la nación más próspera de Europa, Alemania.
Ese desplazamiento los pone en contacto con una realidad muy distinta de la que imaginan y pronto, muy pronto, se ven colocados en un café, propiedad de un turco, que a su vez está casado con una española y que no logra, pese a sus constantes esfuerzos embarazar a su mujer. Surgen las inevitables complicaciones amorosas entre uno de ellos, que se enamora de una chicha española residente en su mismo hospedaje y también otros enredos que envuelven tanto a Hugo como a Braulio, su gran amigo y compañero en la emigración.
Todo ello, sin embargo, no hace a la cinta totalmente risible y por ello se acude a lo romántico-sentimental y a lo nostálgico-patético.
Son estas dos aproximaciones las que mejor funcionan en el filme, destacándose entre sus intérpretes a más de los protagonistas: Yon González y Julián López, el actor José Sacristán.
Sacristán es un intérprete con mucha experiencia ya que se inició en el cine español a mediados de los años sesenta y desde entonces se ha desempeñado en variedad de roles, desde los cómicos hasta los muy dramáticos. Interpreta en Perdiendo el Norte el papel de Andrés, un emigrante de la vieja cepa, que lleva muchos años en Berlín y que ha conocido otros tiempos, menos prósperos, en la capital alemana. Aquejado de una dolencia extrema añora la presencia de su única hija y se muestra poco amistoso hacia los nuevos emigrantes y bastante pesimista en su actitud ante la vida. Sacristán, con su segura presencia y su formidable voz, rápidamente se convierte en un personaje secundario de importancia.
A más de la transformación de la película en romántico-sentimental, Perdiendo el Norte, al estar ambientada en Berlín, la capital alemana, ofrece vistas de conjunto de una ciudad, que destruida casi totalmente a la terminación de la Segunda Guerra Mundial, ha renacido, como el Ave Fénix, de sus cenizas.