Por Luis Trelles
Los libros de la selva, escritos por el autor británico, Rudyard Kipling, durante su estadía en los Estados Unidos han sido objeto del interés del cine en más de una ocasión.
El primer acercamiento del medio a estas obras data del año 1942 y llevó como protagonista a un joven hindú, Sabu, que estaba destinado a hacer carrera en el medio.
A esa primera versión siguieron otras, tanto animadas, procedentes del estudio que fundara Walt Disney, como con intérpretes reales. De 1942, fecha del primer filme sobre los libros de la selva, hasta el año 2003 fueron varias las cintas: inspiradas algunas muy libremente, por los relatos salidos de la pluma del primer escritor inglés receptor del premio Nobel de Literatura de 1907.
Hoy, es de nuevo el estudio de Disney el que retoma la historia de Mowgli, nombre del personaje central, y presenta -a tono con los tiempos y con los increíbles adelantos tecnológicos con que cuenta el cine norteamericano- una nueva versión, que reseñamos.
La misma combina un intérprete infantil -Neel Sethi- que encarna a Mowgli, con los diversos animales que pueblan esos relatos de Kipling y que entran en contacto con el niño, criado en la selva por una loba. Son contrastantes, pues unos los protegen y guardan como la pantera Bagheera o el oso juguetón; otros, en cambio, tienen intenciones muy diferentes como la serpiente o el tigre, su archi-enemigo, que busca vengar en Mowgli el ataque recibido de manos del padre del menor.
Y, por supuesto, en la secuencia más aparatosa del filme se hace presente King Louie, el enorme primate que rodeado de otros simios que forman una especia de corte a su alrededor, habita entre ruinas ancestrales.
El resultado es un filme híbrido con un protagonista muy real y un mundo -tanto la selva como los animales que la pueblan- creado digitalmente a fin de hacer de esta película una capaz de competir en términos grandilocuentes con tantas otras, centradas en superhéroes o en desastres apocalípticos.
Mezcla de secuencias de acción -muy afectivas- con pasajes más sedados en que prima lo discursivo, The Jungle Book cuenta con un reparto invisible del que solo se oyen las voces, prestadas a los distintos animales, por conocidas personalidades del medio fílmico.
Así, Bill Murray hace hablar al oso; Scarlett Johansson hace lo mismo con la serpiente y Christopher Walken se ocupa de prestarle su aparato sonoro al primate gigantesco en tanto que dos excelentes intérpretes, Idris Elba y Ben Kingsley convierten en parlantes al temible tigre y a la pantera Bagheera.