Por Luis Trelles
Maggie Smith, la protagonista de The Lady in the Van, pertenece a un reducido círculo de actrices que han ganado en más de una ocasión el premio anual que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas concede a las mejores interpretaciones femeninas. Sus dos Oscars le fueron concedidos por sus roles en The Prime of Miss Jean Brodie, en el año 1969 y, de nuevo, fue honrada con la estatuilla dorada en 1978, esta vez por su caracterización en California Suite.
Hoy, ya octagenaria, Maggie Smith se ha destacado en la serie televisiva Downtown Abbey y aparece ahora como la protagonista de The Lady in the Van.
Su papel es el de una deambulante que por espacio de 15 años vivió en una camioneta, en condiciones de hacinamiento, deambulando por las calles del West End de Londres, sujeta tanto al rechazo por su apariencia desastrada y su falta de higiene como ayudada a veces por los vecinos de la barriada.
Entre esos vecinos figuraban Alan Bennett, el dramaturgo, quien le permitió el uso de sus facilidades higiénicas y, más tarde, estacionar su camioneta a la entrada de su domicilio. Se estableció así una relación frecuente entre ambos hasta que se produjo la muerte de la protagonista.
La película recuerda el caso de otra célebre actriz británica, Edith Evans, que casi a los ochenta años, ofreció una interpretación magistral por su contención y sobriedad en la película titulada The Whisperers.
La película utiliza como parte de su trama un misterio que tiene que ver con el pasado de su figura central y que ayuda a explicar su descenso a su triste condición actual.
Obra para el destaque de Maggie Smith, la veterana actriz responde a cabalidad a las exigencias del papel mostrándose por turnos desagradable y altiva, triste y afligida y en otros momentos, alegre y feliz pero -sobre todo- angustiada por el peso de un pasado que no conocemos hasta casi la conclusión de la cinta.
Alex Jennings en el otro papel de importancia resulta eficaz en su desempeño dramático y la película, que ha sido dirigida por Nicholas Hytner, utiliza con frecuencia un artificio: el desdoblamiento del personaje central masculino que se proyecta como autor, ocupado en registrar la historia de esa vagabunda y, a la vez, como su alter-ego, el hombre que también vive una existencia real a través de la cual conoce los detalles asociados con la protagonista y puede transmitirlo a su otro yo.