Por Luis Trelles
La búsqueda de la perfección por el artista, no importa lo que cueste, es el tema de Whiplash, película dirigida por Damien Chezelle que lleva como protagonista a Miles Teller en el papel del baterista Andrew y a J.K. Simmons en el rol de su maestro y mentor, profesor de música y director de la orquesta perteneciente a una de las escuelas más prestigiosas de los Estados Unidos.
Ambos sostienen, con fiera intensidad reflejada en sus actuaciones, la trama de Whiplash. Gira en torno al proceso mediante el cual el director del conjunto, Terence Fletch (J.K. Simmons) forja en Andrew un músico de excepción. Para lograr tal fin lo somete a un entrenamiento cruel y hasta sádico, alabándolo en ocasiones para criticarlo ferozmente en otras como recurso a través del cuál logra extraer del joven baterista esa grandeza que aspira a forjar el discípulo.
La película admite varios niveles de disfrute a interpretación. Puede verse a nivel de su argumento como un conflicto que escala entre maestro y discípulo a medida que progresa la trama pero, más allá de los incidentes de esa trama, Whiplash permite una exploración más intensa de lo arduo y difícil que resulta alcanzar la grandeza en cualquier manifestación artística, en el caso específico de esta película, en el terreno musical, y de lo que se sacrifica en tan arduo proceso.
Por último Whiplash puede verse desde el punto de vista de su calidad fílmica. Resaltan entonces, sobre todo en su principio, las tonalidades cromáticas tan diferenciadoras que distinguen sus escenas. Más tarde entrado ya el filme en el combate de voluntades entre sus dos protagonistas, el recurso actoral se vuelve dominante y los grandes planos, que van de la cara del maestro hasta la de su discípulo, se vuelven el terreno en que se evidencia la calidad y valía de la cinta.
Whiplash es un filme diferente no solo por carecer de grandes nombres al frente de su reparto, sino por la extraordinaria creatividad que revela el filme, presidido por dos soberbias actuaciones rendidas por Miles Teller y, sobre todo, por J.K. Simmons, un intérprete que a los 59 años de edad ofrece una actuación notable por su intensidad.