Por Luis Trelles
El cine de Tim Burton, con o sin Johnny Depp como protagonista, sorprende y reta al espectador. Su nueva película titulada Frankenweenie así lo demuestra. Estamos ante una cinta animada, modalidad que por mucho tiempo estuvo asociada al nombre de Walt Disney (a partir de Blanca Nieves y los siete enanitos, en lo referente a largo metrajes de esa modalidad).
Frankenweenie, sin embargo, aun cuando en sus secuencias iniciales parece un filme que cumple con los requisitos necesarios como para cualificar como uno muy apropiado para el grupo infantil: un niño y su perro, una familia ordenada y feliz, un barrio primoroso y tan sólo alguno que otro personaje como el alcalde de Nueva Holanda, la comunidad en que se desarrolla la trama, que parece destinado por gruñón y malhumorado a convertirse en el clásico villano. Pronto, sin embargo, el filme cambia de talante para terminar en sus pasajes finales como uno de horror que sigue las huellas de su ilustre predecesor cinematográfico, el Frankestein de 1931.
En efecto, el argumento de Frankenweenie gira alrededor de un suceso extraordinario: el experimento de Víctor con su perro, Sparky, recién fallecido y cuya muerte el niño se niega a aceptar. Para ello aprovechando una noche de tormenta se sirve de la energía eléctrica de los rayos y logra revivir a su mascota. Quiere, sin embargo, que nadie se entere de lo ocurrido y, al no conseguirlo, la trama se complica pues sus compañeros de escuela-ansiosos de destacarse en la feria científica- pronto conocen la verdad e intentan superar lo logrado por su compañero, con resultados funestos.
Frankenweenie en lo formal es un filme animado diferente pues no solo está rodado con ausencia de color sino que sus marionetas- con las pocas excepciones del protagonista, sus padres y su perro- son grotescas, lo que no se aviene con un filme de supuesto atractivo para niños. Lo grotesco además alcanza proporciones desmesuradas tan pronto los compañeros del joven crean sus propios monstruos que amenazan la paz reinante y sobre todo se vuelven peligrosos para los habitantes de Nueva Holanda.
Voces como la del cómico Martin Short o la de Wynona Ryder, tan ausente de la pantalla en los años recientes, se ocupan de prestarle sus voces a los personajes principales y la música se transforma en un recurso de suma importancia a la hora de valorar el filme porque al carecer de sonidos varias de sus secuencias, es la partitura la que cumple con la función de animar tales imágenes.
El resultado no decepciona porque Frankenweenie es no solo un filme diferente sino idiosincrático y representativo de la creatividad fílmica de Tim Burton.