Por Luis Trelles
La independencia de Bosnia y Herzegovina, regiones que habían formado parte de Yugoslavia desde la conclusión de la primera guerra mundial y durante la larga incumbencia del General Tito al frente de los destinos de la nación, no fue fácil. Se obtuvo tras una cruenta guerra librada en la última década del pasado siglo ya que al país pertenecían tres grupos étnicos muy diferentes: los serbios, los croatas y los musulmanes.
Ese conflicto ocurrido entre los años 1992 y 1995 es el que constituye el motivo central y la razón de ser de la película In the Land of Blood and Honey.
Estamos ante la primera cinta como directora de la estrella del cine norteamericano, Angelina Jolie. Su participación en el filme se extiende más allá de la dirección ya que incluye la producción de la película y el establecimiento de su guión.
El filme es la mirada cargada de horror a dicho conflicto, con su secuela de brutalidades y muertes injustificadas perpetradas sobre todo por los serbios, pero que incluye a los otros grupos étnicos y en particular a la desoladora suerte sufrida por las mujeres, arrancadas de sus hogares, hacinadas en centros de concentración y sujetas a toda clase de malos tratos e indignidades, especialmente a violaciones incesantes.
En ese universo femenino sobresale la protagonista del filme (interpretada por Zana Marjanovic), una mujer joven que la comenzar la película se dispone a reunirse con un serbio que la enamora, en un centro nocturno. El estallido de una bomba y la destrucción que deja en el local introduce la violencia, tema central de la cinta.
Conocemos de ese modo a los protagonistas, pertenecientes a bandos contrarios -ella es musulmana y él oficial serbio- que a lo largo de la cinta intentarán esa relación amorosa a la que se oponen poderosamente sus antecedentes étnicos y la violencia imperante.
Cinta testimonial, este primer esfuerzo de creación por parte de Angelina Jolie da como resultado un filme nada fácil de ver por las atrocidades que de contínuo se suceden en la pantalla. No estamos por tanto ante una película de entretenimiento y escapismo sino ante una exposición dura y sin concesiones de un terrible conflicto de nuestro tiempo.
Formalmente la cinta ha sido realizada con corrección, acentuando el realismo que pide el tema, que incluye la ausencia de música de fondo en secuencias claves, sustituida por un silencio ominoso; las tomas en plano lejano con los personajes vistos a gran distancia y enfocados desde arriba, en clásicas picadas que los empequeñecen y muestran explícitamente las terribles situaciones.
El realismo buscado por la directora la lleva a incluir el vernáculo del país por lo que el filme cuenta con los absolutamente indispensables subtítulos (en inglés). Ellos nos permiten entender las escenas dialogadas.
Un filme diferente en el panorama de los estrenos en lo que va de año, fruto de una estrella devenida realizadora que no escatima recurso alguno para mostrar en la pantalla las despiadadas agresiones sufridas por las mujeres en la guerra de Bosnia.