Por Luis Trelles
Clint Eastwood, famoso por sus roles en westerns y más tarde por sus papeles en cintas de carácter muy controversial com Dirty Harry (1971), se ha convertido en años recientes en un importante director del cine norteamericano, aclamado por películas como Unforgiven (1992), Million Dollar Baby (2004) y Flags of Ours Fathers (2006) que le han ganado reconocimientos del Óscar.
Eastwood se mantiene activo a pesar de haber cumplido más de 80 años y la prueba más reciente de su eficacia como realizador se evidencia una vez más en su filme, J. Edgar.
Se trata de un acercamiento biográfico a la figura de J. Edgar Hoover, director del FBI y figura pública, a la vez celebrado por unos y despreciado por otros, en razón de su excesivo poder y de los métodos que usó en la práctica que lo hicieron temible aun para presidentes de la nación y sus consortes. Le abrió expedientes secretos tanto como a Eleanor Roosevelt como a John F. Kennedy y Martin Luther King, entre otros. Estas carpetas se convirtieron en recursos para presionar a importantes personalidades y obtener de ellas lo que deseaba. Se le atribuye el descubrimiento del asesinato del pequeño hijo de Lindbergh, un suceso que estremeció a la nación norteamericana y también se le recuerda como perseguidor implacable de los poderoso pandilleros que cual temible plaga azotaron a los Estados Unidos (figuras como “Baby” Nelson, John Dillinger y Al Capone) e, inclusive, intentó presionar al Dr. Martin Luther King, defensor de los derechos civiles, defensa que le costó la existencia, para que no aceptase el premio Nobel de la paz, si quería evitar que se divulgase datos de su carpeta confidencial. Por otra parte su insistencia en que se adoptasen métodos modernos y más eficientes de investigación y la resolución por parte de la oficina por él dirigida de casos célebres lo convirtió en figura aclamada en ciertos sectores.
Clint Eastwood sirviéndose de un guión establecido por Dustin Lance Black, receptor de un Óscar en esa categoría (guiones), rueda esta película a base de un ir y venir entre ciertas fechas claves en la trayectoria pública de Hoover y otras del pasado, relacionando así su función pública y la adquisición de un poder cada vez mayor con aspectos de su vida privada como se devoción por su madre o su inseparable amistad con su ayudante, Clyde Tolson. Es esta relación-que la cinta trata como de tipo homosexual- es la más duradera en su existencia además de la establecida con su progenitora, ya señalada.
J. Edgar es una película de tipo clásico que se distingue por su ritmo sosegado, salvo por la irrupción en la misma de las necesarias escenas de acción que pasan rápidamente. El filme cuenta además con dos secuencias de máxima intensidad dramática, una ocurrida entre el personaje y su madre en que se descubre la razón por la que Hoover era tan reticente en confesar su homosexualidad y otra de apasionados celos por parte del compañero de Hoover, no exenta de violencia física.
Notables son las actuaciones, corren a cargo de un reparto en el que se impone y sobresale Leonardo Dicaprio, convertido gracias al maquillaje en un “alter ego” del verdadero Hoover. Junto a él, Naomi Watts compone una secretaria siempre fiel y dispuesta en todo momento a seguir sus instrucciones y Armie Hammer como el amigo inseparable y colaborador sumiso y Judi Dench la madre imperiosa y prejuiciada completan en lo dramático-interpretativo las excelencias de un filme en el que hay que celebrar además de su guión, puesta en escena e impactante edición.