Por Luis Trelles
150 años después de su publicación, Les Misérables, la novela de épicas proporciones, aliento romántico poderoso y denuncia de las condiciones de vida de los de abajo en la Francia decimonónica, viaja a la pantalla grande convertida en musical que triunfó por más de 20 años en los teatros del mundo. Con tales precedentes Los Les Misérables se ha convertido en un filme muy esperado, en particular por los sesenta millones de personas que han visto la pieza teatral alrededor del mundo.
Estreno de fin del año que acaba de concluir, Les Misérables como obra fílmica cuenta con la dirección de Tom Hooper, realizador inglés a quien le debemos The King’s Speech en 2010 y, asumiendo los roles principales, Hugh Jackman interpreta el papel del protagonista, Jean Valjean, en tanto que Rusell Crowe caracteriza al inspector Javert. Completan el reparto de la cinta, Anne Hathaway haciendo de la desdichada Fantine, Amanda Seyfried como su hija Cosette y Eddie Redmayne fungiendo de Marius.
La película recurre para hacerse más efectiva e impresionante a los espectadores al conocido recurso de “abrir la pieza teatral” utilizado por los musicales cuando viajan a la pantalla. consiste este recurso en sacar la obra original de los estrechos confines teatrales y mostrar con toda la amplitud posible al cine diversos escenarios. Se hace buen uso para ello de la camarografía, la edición y -sobre todo- de la cámara viajera que muestra en todo su esplendor los paisajes bien sean los propios de la ciudad de París donde concluye la acción con el fracaso de la revolución de 1832 o los pertenecientes al mundo de la naturaleza. En especial se imponen en la secuencia inicial y en la primera parte de este largo filme, con más de dos horas y media de duración, pasajes en que la cámara se remonta a las alturas para ofrecernos en picada y por lo tanto empequeñecidos a los presos, entre los que se encuentra Valjean, obligados por el implacable Javert a sacar tierra a un navío encallado.
Todo cede más tarde al estatismo propio de una obra de teatro en donde los intérpretes ocupan el primer plano mientras cantan los diferentes números.
Como musical los distintos motivos temáticos que pueblan la obra se expresan a tráves de una partitura que nos pareció poco inspirada salvo por algunas de sus canciones.
Dramáticamente sobresale del conjunto de intérpretes Hugh Jackman que compone un Jean Valjean muy intenso, poseedor además de una voz poderosa y Anne Hathaway, la sorpresa del filme, que hace de Fantine, con patetismo creciente y genuina emoción.
Un filme, por tanto de pocas sorpresas, con logradas actuaciones y valores de producción muy evidentes puestos al servicios de una partitura exitosa que recrea en términos teatrales la formidable novela de Victor Hugo.