Por Luis Trelles
El décimo sexto presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, ha recibido la atención del cine en varias ocasiones. Las más importantes pertenecen al período inicial sonoro, etapa en que David W. Griffith realizó el filme titulado Abraham Lincoln, biografía filmada, de carácter reverencial y formato episódico, en que se recorría toda su existencia. En esa misma década de los años treinta, otro gran director, se asomó a la vida de Lincoln fijándose tan sólo en los años “oscuros” de su vida, aquellos que preceden a su carrera política que tuvieron como escenario al mundo entonces rural del centro del país. Se título ese filme, Young Mr. Lincoln y lo dirigió John Ford en 1939.
Hoy hay que agregar a esas dos cintas previas una tercera acabada de estrenarse. Se titula Lincoln y se debe a Steven Spielberg, otro gran realizador que como antes lo hicieran Griffith y Ford abandona sus temas favoritos para ofrecernos esta vez su visión del presidente asesinado a tan solo pocos días de concluida la guerra de secesión.
Se trata de una visión contemporánea que pese a su larga duración se concentra únicamente en un breve período de la vida del presidente- los meses terminales de su existencia que precedieron a su muerte en el año 1865.
Lincoln, tempranamente envejecido, acababa de ser reelecto para la presidencia del país y la guerra de secesión se encontraba a punto de terminar. El presidente se aprestaba a presentar ante un congreso dividido por facciones un proyecto audaz y muy combatido por la mayoría de la Cámara de Representantes, la enmienda a la constitución a fin de abolir la esclavitud en la nación.
Toda la película gira, por tanto en torno a ese proceso y a los esfuerzos de Lincoln por conseguir la aprobación de tal enmienda. Se nos revela así un presidente desmitificado que podía ser amante padre, esposo atribulado por las frecuentes luchas con su mujer y político sagaz que no dudaba en recurrir a las estratagemas propias de los políticos para lograr a toda costa la aprobación de la enmienda constitucional que proponía. Tenía también que evitar que se personaran en Washington los representantes del Sur en conversaciones de paz, ya que de la continuación del conflicto por unos días más dependía la aprobación buscada.
La película, de ritmo pausado y lento a sus comienzos y de sobreabundancia de diálogos, pasa después a adquirir genuina emoción tanto en el terreno de lo familiar- las disputas del matrimonio- como en la esfera política con sus ánimos caldeados.
El resultado es un filme monumental en que se recupera al presidente desde una perspectiva contemporánea, haciéndose muy claro al espectador los abusos perpetrados contra los negros por la ignominia de la esclavitud y los desastres de una guerra de proporciones escalofriantes.
Filme tanto de director-Steven Spielberg- como de actuaciones, se imponen las ofrecidas por Daniel Day-Lewis en el papel de Lincoln; Sally Field como su esposa Mary Todd y Tommy Lee Jones como un resuelto y decidido abogado de la aprobación de la enmienda, movido tanto por razones de justicia social como por las íntimas y afectivas.