Por Luis Trelles
Melancholía, la película más reciente de Lars Von Trier, recientemente estrenada, recuerda de algún modo – por su estructura – al filme exhibido el pasado año bajo el título de El árbol de la vida. Como el árbol de la vida, Melancholía se mueve entre dos espacios muy diferentes, el íntimo y familiar representado por la celebración de una boda que acaba mal y el mucho más grandioso y espectacular del choque de un nuevo planeta, llamado precisamente “Melancholía”, con la tierra. El árbol de la vida como se recordará manejaba igualmente dos espacios, el cósmico y asombroso de la naturaleza y el más pequeño y asordinado de la vivencia familiar que también incluía lo catastrófico.
En Melancholía, sin embargo, el aliento y la intensidad de sus imágenes se asocia con el cine que ha hecho Von Trier (Europa, Europa; Dancer in the Dark) y especialmente en las secuencias finales éstas adquieren tal impacto que se quedan impresas en los espectadores.
La trama de Melancholía tiene que ver en sus inicios con la celebración nupcial a que hemos hecho referencia. Prece inicialmente una feliz como corresponde a tales celebraciones pero rápidamente lo negativo y obstucalizante se hace presente, desde el enorme auto que no cuenta con el espacio suficiente para virar en redondo hasta la celebración, llena de tensiones representadas tanto por la conducta de la madre de la desposada, nada convencional y en absoluto retadora hasta el comportamiento de la novia tan atípico como el de su madre, que huye de la consumación de su matrimonio para ejercitarse en el acto sexual momentáneo en el césped y con un desconocido. Tan sólo la conducta de los que ofrecen la fiesta, la hermana de la novia, Claire, y su esposo se aparta de los patrones de comportamiento antes mencionados para situarse dentro de los cánones de lo que llamamos normal.
Esta parte del filme resulta demasiado larga y en extremo dada a lo opresivo e inesperado.
La segunda sección de la cinta, en cambio, establece de manera clara e insistente el peligro que se aproxima y lleva como figura central a Claire, atemorizada por la proximidad del planeta y angustiada por la supervivencia tanto de ella y su esposo y hermana como de su pequeño hijo. La conclusión resulta avasalladora y confirma una vez más el talento de Von Trier, un director danés que se ha hecho notar a más de sus películas como figura central del movimiento Dogma que abogaba por un cine más directo y apartado de las presentaciones tradicionales de temas y personajes en el cine. La película sobresale por la insistencia en la presentación de los personajes y sus conversaciones sin cortes, utilizando el rápido movimiento de la cámara para pasar de una persona a otra.
Esa y otras notas distintivas en el uso del lenguaje fílmico convierten a Melancholía en un filme extraordinario: irritante a ratos, anti-convencional casi de principio a fin, testimonial de una próxima destrucción del mundo en que vivimos y en una obra cinemarográfica de mayor envergadura.
Receptora para su protagonista, la actriz norteamericana, Kristen Dunst, del premio a la mejor actuación femenina vista en la reciente edición del festival de Cannes, su interpretación no nos impresionó tanto como la de la intérprete francesa, Charlotte Gainsbough que encarna a Claire, la hermana de la protagonista. Comparten con ambas el elenco los ingleses John Hurt y Charlotte Rampling y Kiefer Sutherland. Asumen los roles de los padres y cuñado de esta protagonista problemática que se convierte junto a su hermana en figuras centrales de un filme retador.