Por Luis Trelles
También la lluvia, dirigida por la realizadora Iciar Belain pertenece a un sub-género fílmico que presenta a través de su argumento los retos, alegrías y visisitudes que afrontan los directores de cine en el proceso de hacer realidad una película.
Pertenecen a este sub-género cintas tan extraordinarias como La noche americana (Day for Night), película que se inserta en la filmografía de Francois Truffaut correspondiente a los años setenta del pasado siglo. Del mismo modo Wim Wenders, realizador alemán, ha trabajado el mismo tema en la cinta The State of Things y procedente de la Argentina, El rey de la Patagonia recoge en un mismo argumento episodios de la poca conocida vida de un aventurero francés que se proclamó rey de la Patagonia en el siglo XIX y que conoció un final desastrado a sus pretensiones, con el intento por parte de un director contemporáneo de rodar una película sobre tal personaje.
También la lluvia nos narra la historia de otro proyecto cinematográfico -de orígen español – centrado en los inicios de la conquista española de América y en la gestión de Fray Bartolomé de las Casas así como en el martirio de Hatüey.
Como es tan frecuente en el medio fílmico en que se hace pasar una realidad geográfica por otra, el proyecto se filma en Bolivia, en la ciudad de Cochabamba y sus alrededores y presenta al equipo de rodaje encabezado por su director (papel que interpreta Gael García Bernal) tratando de filmar lo más rápida y económicamente posible la película. Se enfrentan, sin embargo, a grandes obstáculos, el mayor de ellos consistente en el estado de revuelta de la población (la llamada guerra del agua que ocurrió en el año 2000) que llevó a la población indígena a rebelarse ante un encarecimiento del proceso líquido que haría aún mas dura su difícil existencia.
Ambos proyectos, el fílmico y el real, se combinan y provocan en los protagonistas -director y productor del filme- un cambio de actitudes que produce un giro inesperado en sus existencias.
La película que data del año 2010 y que fue seleccionada por España como su representante para optar por el premio anual que concede la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas a la mejor cinta en lengua extranjera, contiene pasajes de gran intensidad dramática como la negativa de las mujeres indígenas a prestarse con sus hijos de brazos a representar una escena en que se las ve ahogando a sus prequeños antes que entregarlos a la furia de los conquistadores. No valen para nada los esfuerzos del director para hacerlas entender que se trata de una situación simulada. Del mismo modo las secuencias finales que muestran la rebelión y el efecto que ella produce en los protagonistas son también merecedoras de encomio.
Entre los intérpretes a más de los dos protagonistas merece destacarse a Juan Carlos Aduviri en el papel del indígena que asume el rol más importante entre los de su grupo en la película en proceso.
También la lluvia es una película que se une a esa filmografía en proceso a la que aludimos al comienzo de esta crítica, que se acerca con una visión contemporánea y revisionista a lo que fue más que “descubrimiento”, encuentro y choque de culturas cuyos efectos aun perviven.