Por Luis Trelles
Ricardo Darín se ha convertido en los últimos años en la figura actoral masculina del cine argentino. Ese reconocimiento se debe a su presencia en películas vistas no solo en su país natal sino en el exterior como Nueve reinas (2000); El hijo de la novia (2001), nominada al Oscar en la categoría de mejor cinta en lengua extranjera y la reciente El secreto de sus ojos (2009), que obtuvo de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas esa presea destinada a la mejor cinta en lengua extranjera.
Darín se convierte ahora, a través de la película de estreno titulada Un cuento chino, en un intérprete excepcional porque entra a formar parte de esa selecta y difícil categoría compuesta por aquellos actores en los que recae de manera casi absoluta la responsabilidad de hacer depender de su interpretación el éxito de un determinado filme. Esa cinta no es otra que la que motiva esta crítica, en la que asume el papel principal compartiendo el peso del filme con el actor nacido en Formosa, Huang Sheng Huang.
El personaje de Darín es el de el dueño de una pequeña ferretería ubicada en Buenos Aires que vive solo, sin amigos, dado su talante que la cinta se encarga de descubrirnos en sus escenas iniciales. Fastidioso, inconforme y mal humorado, este hombre verá introducirse en su rutinaria vida a un chino que no habla español y que anda en busca de un tío, residente en el país. La única clave para encontrarlo consiste en la anotación de un nombre y una dirección en uno de sus brazos.
La relación por tanto entre ambos hombres, uno mayor y el otro muy joven, caracterizada por altos y bajos, más de los segundos que de los primeros, evidencia junto a las notas antes señaladas de su carácter, otras más ocultas como un sentido de generosidad y responsabilidad ante un ser tan indefenso por su total incapacidad de comunicarse.
Comedia sentimental, de un ritmo lento y sosegado, en parte necesario porque más que depender de la acción y el movimiento estamos ante un filme que enfatiza sentimientos e inter-relaciones.
Un cuento chino cuenta con las actuaciones no solo logradas sino brillantes en sus matices para expresar diversos sentimientos, como la de Ricardo Darín, eficazmente secundada por Sheng Huang.
Dirigida por Sebastián Borensztein, un nuevo realizador argentino, egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación y cuya trayectoria se inició primero en el campo publicitario para pasar después a la televisión y, finalmente debutar en cine con su “ópera prima” titulada La suerte está echada (2005). Un cuento chino es su tercer proyecto, estrenando en Argentina a principios del 2011.
Estamos, por tanto, ante una comedia dramática que trabaja un tema novedoso con toques de humor, lentitud evidente y en cierto modo necesaria dado que la trama no se abre a grandes cambios sino a la exploración de las cambiantes relaciones entre dos seres aquejados de un mismo mal por diferentes razones, el de la incomunicación que afortunadamente se supera a la conclusión de la cinta.
Un cuento chino es también un cine del sentimiento, como se ha dado en llamar al cine argentino. Este se hace evidente en una secuencia casi postrera que abre la trama a la guerra de las Malvinas y a la conexión de dicho conflicto con el pasado del protagonista.